2013/07/29

Recorriendo madrugadas | ARCHIVO ROJO

Recorriendo madrugadas
Por: Liliana Cavazos

Pese a la neblina de inconformidad que me rodeaba, esa noche llegué a la redacción en punto de las 22 horas.

Para hacer llevadera la decisión de mi jefe de asignarme a la guardia nocturna de la nota roja,  preparé un termo con chocolate caliente y en mi mochila cargué con un libro de José Balza titulado “Setecientas palmeras plantadas en el mismo lugar”.

No me gustaba la idea de cubrir la nota roja, mucho menos de lidiar con la madrugada y permanecer despierta en busca de la nota. Tenía 24 años y el escenario era un Monterrey en el que despertaba la violencia por el crimen organizado.

Me sentía fiada de algo: el camarógrafo que me fue asignado –Chuy Bocanegra- era un tipo de colmillo, y, aunque yo nunca había trabajado con él sabía por dichos de compañeros que era un conocedor de la materia.

Esa noche me terminé el chocolate caliente, y, permanecer despierta no fue ningún problema. Chuy y yo recorrimos la ciudad junto con los colegas de los otros medios.

José Balza permaneció en la mochila porque el libro de Chuy, narrado por el mismo ocupó toda mi atención. Apenas mi cabeza se llenaba con todos esas historias policíacas cuando el radio de comunicación sonó, había que darse prisa, poner el pie en el acelerador y enrutarse al poniente porque unos tipos habían arrojado una granada contra el Consulado de los Estados Unidos.

Desde un año antes yo ya comenzaba a cubrir esta fuente, pero la aleternaba con la fuente Local. Pero esa noche fue diferente porque fue la noche en que me enrolé en esto.

De a poco entendí el significado de la frase “compañero de las mil batallas”. Las calles de aquellas madrugadas eran anchas, la sangre tibia olía a dolor, las letras en mi libreta apenas eran legibles. Regresar a la redacción ameritaba un suspiro.

Mi reproche por cubrir esa fuente pasó por altibajos de emociones a lo largo de este tiempo. Hoy no hay reproche.

Vi la muerte por violencia, la retraté y escribí acerca de ella sin que hasta hoy tenga una certera idea del número de caracteres que le he dedicado a este tema.

Aquella vez era un octubre y comencé mi turno a las 22:30 horas. El turno sigue activo, no ha terminado. Todavía cuido que la suela de mis zapatos no pisen por error los casquillos -algunos percutidos y otros no-  que se esconden bajo la tenue luz artificial de la madrugada.

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2013/07/21

Los músicos rotos | Me quedo un viernes en la capital

Los músicos rotos
Por Liliana Cavazos

Él y yo crecimos juntos; nuestro primer instinto fue escuchar.

Un día escribimos hasta tres décadas en partituras, pero yo ya había renunciado a mi banquillo en la orquesta.

Tuve un pretexto: la escusa barata y trillada de volverme poeta.

Y entonces abandoné el pentagrama como se abandona todo lo que ya no se usa y ya no se quiere, y, lo cambié por cualquier servilleta, cualquier trozo de papel que me ofreciera un lugar seguro para vaciar mis ensayos.

Y sin darme cuenta entonces, lo abandoné a él también.

Él esperaba paciente abrazando su chelo, esperaba verme llegar con mi violín, esperaba la instrucción del director de orquesta.

Y entonces, él era ya un músico triste, y, yo, sin remedio, de todos el poeta más triste.

*Para el maestro José Rubén Regalado Garza, "Robenovski Reggatov", por la orquesta que dirige en su corazón.

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2013/07/19

La muy maldita | Me quedo un viernes en la capital

La muy maldita
Por: Liliana Cavazos

Quizá soy la maldita más maldita de todas, porque sé de los muchos silencios que mi presencia te impone. Yo por tus ojos sé tantas cosas, como hasta la mitad de tu vida e incluso lo que no has vivido, yo ya sé como lo vivirás. Habrás de sufrir un poco, un tanto, y soltarás lágrimas, y otros días te reirás.

Yo sé mucho de ti, por la forma en que miras, porque en esa forma me regalas los códigos para penetrar en el búnker de tu alma. Y es que a ti no te sale y no te queda bien el disimular. Me miras, y clavas tus ojos en los míos como si tú creyeras que Dios me instruyó descifrarte.

Me miras y me desgarras un poco. Te miro, y te pongo mis ojos en los tuyos porque no encuentro otro remedio a tu falto disimulo, más que mostrarte el oscuro color café con el que se viste mi alma.


Y los ojos se encuentran unos a otros, y las miradas se suspenden y se abren puertas enormes y entonces coloco los códigos y la escotilla se abre, y se rompen los miedos, y llueven las risas en forma de verano, y te sale de tu boca una que otra frase, y las palabras se cruzan, y nosotros nos cruzamos, y los ojos puestos, y tú me descifras, y yo me río, y tú te clavas, y yo perversa, y yo maldita, deseando ser  inocente, y otros días al menos un poco inconsciente.

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2013/07/09

LLUÉVEME | Me quedo un viernes en la capital

Lluéveme
Por Liliana Cavazos

[IF YOUR LIPS
FEEL LONELY
AND THIRSTY
KISS THE RAIN]
[BILLIE  MYERS]

Lluéveme.

Lluéveme cómo si yo fuera desierto.

Lluéveme cómo si no tuvieses otra cosa por hacer.

Cómo si no tuvieras piedad.

Cómo si no tuvieras culpa.

Cómo en expiación.

Hazte lluvia.

Cáete de arriba.

Divídete en gotas.

Moja este suelo.

Y no te seques.

Y no te seques.

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2013/07/03

Aquí con ustedes | Me quedo un viernes en la capital

Aquí con ustedes
Por Liliana Cavazos

[A  QUESTION THAT 
SOMETIMES
 DRIVES ME HAZY: 
AM I OR ARE 
THE OTHERS CRAZY?. .
A. EINSTEIN]

Yo no estaba loco, pero me llevaron al pabellón; les dije que no era de este mundo, pero no me escucharon.

-Seguro -me dijo uno de ellos- eres de la luna.

Todos se rieron, pero yo sé que él hablaba en serio y que me comprendía porque lo dijo en un tono de misericordia.

Al final del día yo ya no hilaba mis ideas y los calmantes aderezaban mi sangre. Pero ahí, aquella noche de aquel verano comprendí que sin darme cuenta un día hace tiempo me convertí en gigante, y que yo venía de un planeta divido en dos hemisferios que ahora estaba dentro de mi.

Entonces respiré profundo hasta dormir y así fue cómo volví al tamaño normal y regresé a casa. Y heme aquí, con todos ustedes.

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