Y entonces, el Principito despertó.
Al oriente del asteroide B-612 salía el sol.
Junto al pequeño príncipe estaba el biombo con el que
protegía a su flor, pero sin ella.
-¡Mi flor!- exclamó consternado el Principito.
Y en medio de la crisis su mirada se cruzó con ella.
-¡Mi flor!- exclamó consternado el Principito.
Y en medio de la crisis su mirada se cruzó con ella.
-¡Buenos días!- dijo la flor.
¿FIN?
(Antoine, no me odies, a final de cuentas quizá todos lo imaginaron).
(Antoine, no me odies, a final de cuentas quizá todos lo imaginaron).
. . . .